Es tan difícil, tan triste, tan duro… que hemos aprendido a negarlo, a ignorarlo y darle la vuelta.
Nuestra cultura y nuestra superstición, dicen que «echamos la sal» o la «atraemos» cuando la mencionamos. La convertimos en un castigo, en una forma de cobro por nuestros malos actos. La convertimos en un ente, en un ser.
La muerte, la pérdida de alguien, su partida, es asumida por nosotros con toda la negatividad posible, como si fuera algo más que un proceso natural de todos los organismos.
Para cualquiera que ha sufrido la pérdida de un familiar o una mascota, el evento mismo es una marca. Es un día diferente y es un recuerdo permanente, es una huella con la que nos quedamos el resto de la vida.
No existen palabras mágicas para sobrellevarlo, para aceptarlo sin dolor o para no sufrir. De hecho, si lo hubiera, si tuviéramos ese hechizo en nuestras manos, no lo divulgaríamos, pues sabemos que el dolor por esa pérdida es un proceso necesario, es una forma de limpieza importante que ayudará a que recuperemos la razón completamente y entonces sí, podamos discernir hacia el siguiente paso.
Es un tema amplio, para el cual queremos tomarnos el tiempo necesario. Es por ello que lo hemos divido en varias partes en las que además, queremos enfáticamente tu participación.
Empezamos con El Enfrentamiento. ¿Cómo enfrentamos el hecho? ¿Cómo abordamos siquiera el tema? ¿Cuándo? ¿Al menos lo hacemos?
Para empezar debemos asentar algo con lo que las personas que no estén de acuerdo podrán darse cuenta del camino que seguirá, y con ello pueden decidir continuar con este tema o no:
Una mascota es un miembro de nuestra familia. El valor que le damos a su presencia y, por tanto, a su muerte, es de decisión puramente personal y puede equipararse al valor de un miembro humano. Comparamos el amor que nos dan con cualquier otra forma de amor en el planeta y es válido si para alguien esta pérdida es similar a la de un hermano, padre o madre.
Dicho lo anterior, debemos empezar por afrontar que nuestro miedo nos empuja comúnmente a un error de desinformación. Es decir, como nunca queremos hablar de cuando nuestro amigo se vaya, con mucha regularidad no estamos listos para actuar en el momento.
La mascota, si bien forma parte de la familia a niveles similares para todos los miembros, está por lo general más apegada a uno o dos miembros de la familia humana. Esa persona es la que sabemos que atiende más rápidamente sus necesidades, la que se preocupa más y a la vez, la que disfruta más de su compañía. Entonces pues, hay que estar conscientes que esa persona es también la que más sufrirá.
Cuando se trata de nosotros mismos, podemos prepararnos con algo muy sencillo: ayuda.
El momento de decir adiós llegará, y será un momento muy difícil de entender. Más aún, será el peor momento para razonar y por tanto, vamos a necesitar la ayuda de la o las personas en quienes más confiemos.
Hay que pensar lo que queremos hacer cuando suceda y platicarlo con esa persona de confianza. Es decir: «Cuando muera mi amigo, yo voy a estar demasiado triste para pensar, necesito que te hagas cargo de lo siguiente por mí».
Tenemos que decidir si va a ser incinerada o enterrada. Si esto se hará en algún lugar conocido o queremos ignorar el lugar en donde quedará (es inusual, pero válido para algunas personas). Debemos pensar el procedimiento que llevaremos a este respecto y más aún, cómo.
Desde nuestro punto de vista, con las experiencias que toda la comunidad Mascota nos ha platicado, lo más recomendable es no ignorar el asunto ni hacerlo pasar como mínimo.
Uno de los errores más comunes y más dolorosos que puede cometer la gente alrededor de nosotros cuando perdemos a una mascota es decirnos: «Era SÓLO un perro (gato-tortuga-hámster-pez)»
Esa añadidura «sólo», implica que desvaloramos la existencia de ese ser, que le damos un peso menor y que el afectado, el adolorido, está cometiendo un error. Nada más terrible. Eso solamente genera un enfrentamiento, un enojo y un coraje. Hace que aquella persona que se siente triste, se vea además, poco apoyada, poco comprendida, y por ende, aún más sola.
Una muerte es una pérdida, como las muchas pérdidas que sufrimos en la vida, pero a esta se le añade un carácter de irrevocable e irreversible, lo que puede hacer más duro aceptarlo.
En ese momento estamos sufriendo de un vacío emocional, del abandono de un parte de nuestra vida. En ese momento sentimos un golpe de «soledad». Por eso la persona en la que más confíes, debe saber que llegado el momento no necesitas que te hagan el dolor más «llevadero» haciéndote ver que «no es para tanto».
Ese hombro, ese oído, ese brazo en el que nos recargaremos, puede no amar tanto a nuestra mascota, pero debe amarnos a nosotros, respetarnos y conocernos lo suficiente para mantenerse de pie mientras nosotros no podemos ni levantarnos.
Desde luego si esa persona también sufre la pérdida, tiene todo el permiso de llorar y sentirse triste, lo que además puede ser muy benéfico y útil en términos de comprensión. Eso hace Empatía, o sea, hace que dos personas puedan estar cerca de «sentir lo mismo», aunque no se logre al 100%.
Tenemos que enfrentar la muerte cuando esta no ha llegado, aún mejor, cuando ni siquiera está cerca. Hablar de lo que queremos que se haga cuando nuestra mascota está perfectamente sana, no «atraerá» la muerte ni «echará la sal». Al contrario, es una forma responsable de amar a nuestro mejor amigo, porque no estamos arriesgando que nuestra tristeza afectará nuestros pasos.
Sabemos constantemente de terribles casos en los que una mascota amada por su familia durante años, termina en una bolsa negra de basura porque quienes más la amaron no tuvieron la entereza en el momento para definir lo que se quería hacer y alguien más tomó decisiones equivocadas.
Si no lo quieres hablar aún, una buena idea es que hagas algo así como un «testamento». Redacta en alguna hoja lo que quieres que se haga, los teléfonos de tu veterinario de confianza y el servicio funerario que decidas, así como las cosas que quieres que se vayan con tu mascota como su cobija favorita, su juguete o una foto tuya. (esto último especialmente para los casos de entierro, pues en la incineración no deben ir objetos extra)
Recuerda que debes conocer los reglamentos civiles al respecto, porque tampoco puedes enterrar a tu amigo bajo su árbol preferido si este está en parque público.
Enfrentar una futura despedida no te hace negativo, te hace un dueño aún más amoroso, que prepara lo que puede suceder, porque sabes que lo amarás aún después de haberse ido.