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El sufrimiento animal. ¿Existe? ¿O es sólo dolor?


Supongo que aquellos que siguen el trabajo publicado aquí en Red Animalia, ya asumen un tanto que mi postura es automática respecto a estos temas, pero no es así. Ni Red Animalia, ni Animalia Magazine, ni lo colaboradores que aquí colaboran, tienen una postura «animalista», como mucho insisten llamar, de manera automática, es decir, todos estamos abiertos al enfrentamiento de la realidad con la ciencia como bandera. Es por ello que a veces vale la pena explorar preguntas que muchos toman como previamente resueltas, por la mera suposición inducida por las emociones.

Así que si alguna vez te han cuestionado los «sentimientos animales», quiero que añadas a tu argumentación, un enfoque científico muy interesante, cuyos fundamentos científicos son claros.

¿Los animales tienen emociones? ¿O sólo las interpretamos nosotros? ¿Creemos que ciertos gestos o sonidos son un «sentimiento» cuando en realidad es sólo el reflejo automático del cuerpo?

Porque si no tienen emociones, entonces no «Sufren», sólo sienten «Dolor», que no es lo mismo.

¿Qué es un sentimiento? ¿Cómo se encuentra?

Aunque aún no seamos capaces de encapsular un sentimiento como si fuera un perfume, sabemos que existen por las evidencias que dejan, es decir, por los efectos que tienen sobre el cerebro. Ahora que podemos ver el cerebro en acción mediante tomografías y escáneres de última generación, ni siquiera tenemos duda de su funcionamiento cuando un organismo está vivo, a diferencia de hace unas décadas que la única forma de verlo, era sacándolo del individuo.Cerebro

Ahora vemos las huellas de las emociones en nuestro cuerpo, cómo se encienden ciertas zonas del cerebro, se aceleran, se ajustan, y desde luego, las comprendemos mejor con todos sus efectos de carácter social.

Un sentimiento es eso, una construcción cerebral, derivada de estímulos diversos del entorno, que harán sentir bien a un ser vivo, o mal, y dependiendo de eso, el mismo será más o menos propenso a repetir lo que hizo para que se sintiera así.

Sí, por naturaleza buscamos lo positivo, y aunque ciertas personas parecen volverse adictas a conductas negativas, esto está más relacionado a que al final de esa conducta, reciben un estimulo placentero, y lo están buscando.

No trato de simplificar erróneamente, pero como tampoco vamos a tener una clase de anatomía, podemos decir que de todo el tejido complejo que nuestro cerebro forma, el sistema límbico, en algo así como la capa intermedia del cerebro, es el más importante encargado de las emociones, los sentimientos, memoria y aprendizaje.

Y si sabemos que este sistema y sus partes (por eso es un SISTEMA) está presente en muchos otros animales, ¿por qué ponemos en duda que lo usan para lo mismo?

Si ya hemos rebasado las máximas religiosas y mágicas cuya respuesta última es «Porque lo dijo el Sacerdote», entonces aceptamos la teoría evolutiva darwiniana, por la cual afrontaríamos que no existen características exclusivamente humanas en términos de TIPO, sino que las diferencias entre nosotros y los animales, tienen que ver con la complejidad de esas cualidades, o sea, con la intensidad o cantidad en la que se experimentan.

Si algo te causa sufrimiento, ¿por qué no se lo causaría a otro animal que tiene las mismas estructuras cerebrales que tú tienes para sentir eso? (Vamos, me refiero a argumentos un poquito más inteligentes que «porque no y ya», porfa).

Particularmente en este punto, les comparto lo escrito por la Dra. MVZ MCV Beatriz Vanda Cantón sobre el sufrimiento animal, en un documento llamado «EVIDENCIAS DE QUE LOS ANIMALES VERTEBRADOS EXPERIMENTAN EMOCIONES Y ESTADOS MENTALES», y a quien he tenido la oportunidad de escuchar personalmente, en una muy grata experiencia de aprendizaje.

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Es un estado psicológico que puede surgir como resultado de dolor físico,
emocional, por malestar o por la combinación de sentimientos desagradables,
persistentes, a los que el individuo no logra adaptarse (Spinelli, 1987), y por lo
tanto, refleja un bajo nivel de bienestar. Cuando se presenta en un grado extremo,
o el animal no logra superarlo, puede inducir en él, desesperación o “pérdida de la
esperanza” (Broom, 1998).
Muchos dicen que el sufrimiento animal es distinto al del humano, porque es a
corto plazo, argumentando que los demás animales no pueden anticipar el futuro
ni hacer planes a largo plazo, como lo hace nuestra especie. Si este argumento es
cierto, no haría más que apoyar el supuesto contrario, es decir, que los animales
pueden tener un sufrimiento aún más intenso que los humanos, ya que si no
pueden tener la habilidad de anticipar cuando va a cesar el estímulo o la situación
que les causa malestar, dolor o miedo, –porque es un evento nuevo y desconocido
para ellos–, esto no hará más que aumentar su ansiedad, y con ello, su sufrimiento
(Dolan, 1999) .

Y el estudio de la Doctora Vanda, publicado en la FMVZ de la UNAM, es el resultado de muchos estudios más como telón de fondo, con aportes de casi todo el mundo, y para muchos fines, digo, para aquellos que creen que defender las emociones y la realidad del sufrimiento animal, es sólo cosa de algunos hippies sin cerebro, ¿eh, abuelos?

Tenemos los mismos órganos, y muchas de las mismas partes de cada órgano. Si aceptamos que dos especies con estómago, digieren con él, decir que nosotros sufrimos y ellos no, cuando estamos compuestos de manera tan similar en el cerebro, son sólo ganas de cerrar los ojos a lo obvio.

 

¿Mi Mascota podría tener Alzhemier?


Déjame contarte un poco más: este síndrome es uno de los principales trastornos de comportamiento que se puede observar cuando los animales envejecen, el cual se encuentra directamente relacionada con los cambios físicos y químicos que suceden cuando la edad avanza.

Quisiera describir algunos de los cambios médicos que se pueden observar, pues si identificas por lo que está pasando tu animal de compañía, podrás entenderlo mejor. Con la edad, su cuerpo absorbe menos los nutrientes que consume; su metabolismo se vuelve más lento; hay menor oxigenación a nivel celular y, por lo tanto, cerebral.

Por ejemplo, el 33% de las mascotas mayores de 13 años presentaran alguna enfermedad cardiaca; esto pasa porque son más propensos a enfermarse, pues su sistema inmune ya no los defiende como antes. Su vejiga ya no funciona igual; se  deteriora su función neuromuscular y  sus articulaciones se degeneran; disminuye el número de sus neuronas y el tamaño y peso del cerebro; disminuye su agudeza visual y puede perder la audición y el olfato, entre otras cosas. En este momento de su vida requiere más cuidados que nunca.

Todos estos cambios tienen diferentes implicaciones que son los signos principales de este Síndrome: ya no ve, oye o huele (o si lo hace, se ha reducido), puede orinarse donde no lo hacía ya sea por incontinencia o porque no se acuerda donde es el lugar apropiado, le cuesta trabajo moverse, duerme mucho en el día y poco por la noche, se vuelve muy ansioso, disminuye su actividad, pierde la curiosidad, ya no tolera hacer ejercicio, reacciona más lentamente al cumplir órdenes.

También disminuye su interacción social hacia los miembros de la familia, está más irritable y/o agresivo, se desorienta, tiene menor habilidad para reconocer gente, no identifica cuando tiene hambre, sed o calor, tiene problemas para desarrollar conductas previamente aprendidas, en ocasiones tiene la mirada perdida, tiene dificultad para encontrar la puerta, es decir, parece que se pierde o se queda atrapado en esquinas,  se le olvida que iba a su plato a comer, llega a la mitad del camino se detiene y se va a otro lado, jadea excesivamente, entre otras conductas.

La consecuencia principal del SDC es la disminución de las habilidades cognitivas, así que es posible que parezca que te cambiaron a tu perro o a tu gato por otro distinto, provocando que la familia se sienta triste y a la vez angustiada por él. Para estar seguro de que tu animalito esta cambiado debido al síndrome es necesario descartar otras causas médicas, y el diagnóstico lo debe hacer un médico veterinario.

Una vez que se diagnostica el SDC, el promedio de vida con un buen tratamiento puede ser de entre 1.5 a 2 años, lo que aún puede representar una verdadera vida con calidad, si realmente cuenta contigo.

Si crees que tu compañero sufre de esta enfermedad, en lo que lo llevas al médico veterinario, trata de hacerle más cómoda y accesible la vida y su hogar: no muevas las cosas y muebles de lugar constantemente, pon tiras de piso antiderrapante en las escaleras o lugares  muy resbalosos, juega con él rutinariamente y visita a un médico veterinario especialista en conducta para que te recomiende la medicación adecuada.

Recuerda que él hizo mucho por ti y ahora puedes retribuírselo cuidándolo y procurando para que se sienta bien a pesar de esas condiciones.