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Un rescate que cambió 8 vidas


«No podíamos dejarla regresar con la pata fracturada, pero no sabíamos si ahora había una camada de cachorros esperando a una mamá que no iba a volver…»

Claudia / Paco

 

 

Pues como algunos de nuestros seguidores en las cuentas de Twitter y Facebook lo saben ya, por la narración que hicimos la misma noche del suceso; esta es la historia del rescate de un animal lastimado, que se convirtió en una nueva familia. Caso que por supuesto, además de la satisfacción, nos da anécdotas que les compartimos a ustedes, con el afán de aprender todos juntos con los casos que vivimos a diario.

Sábado 22 de Marzo de 2014.

Por la tarde del sábado habíamos asistido al Curso Campamento de Adiestramiento para Perros Detectores, organizado por Aromas El Arca, en las instalaciones de la Policía Municipal de Texcoco, en el Estado de México. Salir de la Ciudad de México, para un oriundo de ella, es siempre un remanso. Claudia impartía parte de ese curso, como la especialista en Etología que es, y yo lo cubría por su importancia informativa… (bueno, casi sólo por eso). dra.edwards@yahoo.com

Sin importar lo mucho que ames el lugar donde naciste, vives o trabajas, escapar un poco de ese ritmo diario te llena de una especie de paz, que reconforta por saber que es momentánea, por lo que el momento se vuelve un oasis. En verdad esa tarde lo fue. Las instalaciones se encontraban en un ladera del cerro, un poco más complicado el camino para quien no domina la zona. Eso tenía otra gran ventaja, la zona era de una oscuridad natural perfecta, sin la tremenda contaminación lumínica de la ciudad, en una noche de cielo despejado y aire fresco. Caray, el escenario no podía mejorar.

Eran cerca de las 10 de la noche cuando tomábamos camino de regreso a México, escoltados por un elemento de la Policía de Texcoco, que amablemente nos guiaría por el mejor camino a la carretera, cuando al tomar apenas la primera vuelta a la esquina, Clau hundió el pie en el freno: -¡Tiene la pata fracturada!

Sin más explicación, ambos volteamos a la derecha, para encontrar a un perrita, parada al borde de la carretera. Jadeaba ligeramente, en un demostración de cansancio, pues el calor se había ido hacía varias horas. Estaba de pie sobre tres de sus patas, pues la cuarta, delantera derecha, se contraía en 3 segmentos, incapaz de tocar el piso, evidenciando un fractura que, sin ser expuesta, provocaba un inmediato sufrimiento por empatía. Tomaba un respiro, con la mirada puesta al frente, lo que nos indicaba que no estaba en su zona de confort, sino que viajaba a algún otro lugar a descansar. Y empezó la evaluación de la situación...A la distancia era difícil decir si la fractura era reciente o añeja, pero era lo de menos, la realidad es que no podíamos dejar de verla y calcular en nuestra cabeza las posibilidades de inmediato, mientras nos preguntábamos decenas de factores en cuestión de segundos.

¿La subimos? ¿Necesitará atención médica urgente? ¿Tendrá algún negligente dueño? ¿Sabrá que está lastimada? ¿Si nos acercamos se moverá hacia la carretera con el riesgo de ser atropellada frente a nuestro ojos?

Pasaron acaso 10 segundos cuando Paco estaba fuera del auto, tratando de hacer señas con los brazos al policía que se nos había adelantado un poco, sin saber la razón de nuestra repentina parada.-¿Tenemos algo que funcione como correa? dije. Sólo mi cinturón -contestó

Para entonces el oficial (del que como muchos héroes, su nombre no supimos, y me disculpo), estaba estacionándose ya a nuestro lado, preguntando si algo nos había pasado. Pocas palabras necesitábamos los tres para entender la situación, por lo que aún terminando de calcular el siguiente paso, nos remitíamos a ubicarnos en los tres puntos hacia donde podía huir, sin cerrar mucho el campo, para evitar que se sintiera aprisionada. Con alimento para perros que tenía el oficial en el vehículo, más un plato que teníamos nosotros y mi cinturón, pudimos formar una pequeña trampa para la nena, que se veía desconfiada y temerosa, pero realmente hambrienta, pues sólo un par de intentos bastaron para lograr colocar la improvisada correa alrededor de su cuello, pues ella no quería desaprovechar cada pedacito de alimento.

Maniobrar con ella no era sencillo, porque no sabíamos la calidad de su fractura, y no podíamos permitirnos un movimiento brusco, que la lastimara más. Logramos comunicarnos con el Teniente Juárez, que impartía en ese momento una práctica sobre olfación, a unos minutos de nosotros, para que nos confirmara la posibilidad de albergar a la nena en una de las jaulas de las instalaciones. Así lo hizo (por lo que también estamos sumamente agradecidos con él y la Unidad Cinotáctica de Kerberos), y con la correa de la mochila, amén del cinturón, pudimos formar un arnés, que nos ayudara a subir a la perrita a la camioneta, sin exigirle esfuerzo en las patas. Aunque se estresó un poco en los breves minutos del viaje por ir a oscuras y sostenida de dos correas por un desconocido, no pasó de un par de gruñidos largos, que avisaban su incomodidad y su natural miedo.

Cuando llegamos de regreso a las instalaciones, en donde podría pasar la noche, Claudia la tomó de la mitad trasera, para que yo sostuviera el cuello, en su camino a la jaula que la resguardaría, y fue entonces que notó algo nuevo en el rescate: -¡Tiene las glándulas mamarias llenas!

La nena, que hacía unos segundos era sólo una perrita lastimada, era ahora una posible madre reciente, pero no podíamos tener certeza de ello. Nuestras opciones ya no eran tan simples. No podíamos dejarla regresar con la pata fracturada, pero no sabíamos si ahora había una camada de cachorros esperando a una mamá que no iba a volver.

Decidimos tomar la más lógica de las opciones, y regresamos al punto en donde habíamos recogido a la nena, para partir de ahí en búsqueda de algún lugar que pudiera funcionar como guarida, en donde con mucha suerte halláramos a sus cachorros, o rastro de ellos. Al llegar a la esquina teníamos varias opciones: un inmenso lote baldío que se difuminaba en tierra silvestre, un callejón oscuro, el lateral de la carretera que formaba una cuneta, los pórticos de tres casas y un construcción, obra negra. Sabíamos que una madre lactante no caminaría demasiado lejos de sus cachorros, ya fuera para comer o evacuar, y que con la pata fracturada, eso se reduciría aún más, así que teníamos la esperanza de hallar el lugar adecuado en un radio menor a cincuenta metros.

Nuestra primera opción fue la obra en construcción, pues ofrecía paredes de ladrillo, techo, rincones, y hasta materiales como cartón o papel. Mientras yo acomodaba el auto para que los faros alumbraran lo más posible hacia la construcción, Paco comenzó a explorar los cuartos del lugar. Casi en cuanto yo apagaba el motor y me encaminaba hacia él, escuchamos el típico rascar de pequeñas uñas sobre cartón (lo que aún no descartaba a otro tipo de animal), y dos segundos después, el ligero gemir de un cachorro confirmó la sospecha. Armados con la luz de los celulares, pudimos ver a los cinco cachorros, a la espera de mamá.Los obedientes niños esperaban

El alma nos regresó al cuerpo, como diría mi madre. Sin tomar más tiempo comenzamos a cargarlos para llevarlos al refugio. Eran 3 machos y dos hembras de excelente complexión, hasta un poco respondones, como si se quejaran porque mamá les había ordenado no moverse de su lugar mientras ella regresaba.

Mientras íbamos de regreso al albergue, no pudimos evitar detenernos por un segundo a ver al horizonte, las luces de la Zona Metropolitana, desde la penumbra de sus límites, con los cachorros en los brazos, y con la indescriptible satisfacción que te da un rescate así. Algo que sólo alguien que se ha detenido ante la desgracia de un animal herido, puede entender.

Cuando llegamos, su mamá estaba aún asustada, seguramente pensando en regresar con sus cachorros, pues aunque entramos con ellos en las manos, su primera respuesta era salir de la jaula, pero al oír el gemido de uno de ellos, se acomodó en un rincón, feliz de tenerlos de nuevo. Al día siguiente, ella misma estaba ya consciente de lo que le había pasado, o al menos eso nos dio a entender, pues se comportó como la más amigable y agradecida del mundo, cariñosa con la gente y sus cachorros, feliz, tranquila, en el comienzo de su nueva vida. Un nuevo día Y 5 nuevas vidas Ahora, mamá y sus cinco cachorros están recuperando la calma, mientras se desarrollan un poco más, socializan y son atendidos clínicamente. Cuando estén listos, buscarán su propio camino, en casa de alguien que los quiera para siempre… y desde luego contamos con nuestros seguidores para que eso suceda con el mayor éxito. ¿Verdad? La familia junta Pero no fueron sólo las vidas de los 5 nenes y su mamá, las que cambiaron esa noche.

Si bien para ninguno de nosotros dos, es nuevo el rescate de un animal en situación de calle, la verdad es que cada anécdota así, como la que nos ocurrió el sábado, vuelve a cambiar un poco tu mundo. Te regresa la esperanza y te recuerda el impacto que tienes cada día en todo tu entorno. Te recuerda que eres parte de un todo, y que tú decides si la onda expansiva que provocarás al existir, será positiva, negativa o sólo de tránsito.

Te recuerda que el mundo está cambiando, y que tú decides que tanta parte tomarás en ello. Y te recuerda que hacer algo en lo que crees, junto a las personas que amas… cambia tu vida todos los días.

 

 

Cómo rescato a un perro de la calle


En Red Mascota Multimedia y Animalia Magazine constantemente recibimos llamadas y correos pidiéndonos ayuda para perros y gatos en situación de calle. Los consejos, recomendaciones y anécdotas que a veces les podemos regalar a nuestros radioescuchas, versan sobre todo acerca del cuidado que se debe tener al tratar con estos amigos, pero el 100% de ellos, incluyen o terminan en el mismo punto: acude con un especialista.

No es fácil ayudar o rescatar a un animal en situación de calle, tampoco es un juego y no debe ser un pasatiempo. De hecho, debemos empezar por excluir uno de esos dos términos. No sirve de mucho «ayudarlos«, se debe estar listo para completar el proceso entero hasta que se finiquite como un Rescate.

El Rescate como tal, debe de verse como un proceso de corto, mediano o largo plazo, que es interdisciplinario, es decir, se compone del trabajo cuidadoso de varios especialistas.

Pero tampoco hay que asustarse. Al hablar de especialistas, no sólo me refiero a los valiosísimos médicos que cuentan con la experiencia y la academia. Hay verdaderos especialistas en rescate, cuya carrera y vida externa nada tienen que ver con la Veterinaria. Grupos protectores que saben cómo acercarse a animales huraños o que pueden ser hasta agresivos, Hogares temporales que saben cómo promocionar y encontrar hogares definitivos, Psicólogos y Etólogos que ayudan a la mascota a reducir la ansiedad, el estrés o el miedo. En fin, gente que aparte de sus actividades de vida (contadores, maestros, amos y amas de casa, meseros, vendedores, no importa…) dedican gran parte de su semana a ayudar animalillos domésticos que cayeron en la mala fortuna de la indiferencia o descuido humanos, porque algo debe quedar claro: TODOS los animales domésticos que sobreviven en la calle, tienen como origen ese factor.

Muchas de las llamadas y correos que recibimos son de gente que busca un «refugio» para un perro o gato que está «afuera de su casa«. Es decir, nos piden darles los datos sobre lugares en donde reciban al animalito que les parte el corazón cada que salen y lo encuentran. No estoy diciendo en lo absoluto que esta empatía sea mala, no. Sentir, emocionarse o sufrir por el dolor de un animal callejero es el primer y muy necesario paso, el que todos deberíamos dar siempre. Sin embargo, está muy lejos de la acción que esta enorme «comunidad callejera» necesita.

Rescatar a un animal de calle es un proceso increíblemente satisfactorio que puede ser tan corto o tan largo como las ganas que le «echemos», pero también como la disciplina que tengamos al respecto.

Cualquier animal de calle, por mucho o poco tiempo que lleve en ese estado, tiene un desgaste de salud y de higiene, pero sobre todo, tiene un desgaste emocional por enfrentarse a la lluvia, los autos, las personas indiferentes o hasta agresivas, el ruido y la falta de comida.

Por ello el primer paso, de mucho cuidado, es saber aproximarse a él. No importa si es un perro pequeño o un «gatito indefenso», estresado y atemorizado puede reaccionar violentamente, agrediéndote a tí y poniendo en peligro su vida al huir. Debes acercarte con cautela, pero firmemente. Que tu primer paso no sea agarrarlo, ni siquiera acariciarlo. Debes empezar por aproximarte con los brazos abajo, para evitar parecer una amenaza. Si puedes siéntate a unos pasos de él, en una banca o en la acera. Demuéstrale que no eres un peligro, que TÚ estás en calma. En el mejor de los casos, el animal por sí solo se acercará, lentamente o con confianza, pero al estar a tu lado, demostrará que no te tiene miedo y puedes avanzar.

El segundo paso es el contacto. Muchos animales de calle han sufrido, al menos, un golpe. Por ello la mano por encima de su cabeza es mucho más señal de riesgo que por debajo. Parece más riesgoso para tí aproximarte a su cuello bajo que a sus ojos, pero en realidad estaría más listo para defenderse por encima y estará expectante por si esa mano significa un golpe. Si tiene las orejas permanente bajas y no mueve la cola, está estresado, dale tiempo. Mucha gente confunde ese gesto con «docilidad», pero lo que el animal está haciendo es proteger sus orejas y preparando sus músculos para defenderse o correr. Permítele que se relaje, que relaje el cuello, las orejas y que mueva la cola. Si para entonces has logrado acariciar su cuello, estás del otro lado, es muy probable que él confíe en tí.

Tercer paso: muy importante. Sin apretones ni toques fuertes, trata de explorar su cuerpo, especialemente sus patas, cara y cuello, en busca de mordidas, golpes o lesiones de cualquier tipo. Si por error acariciaras una zona afectada sin verla, podría dolerle y reaccionar. En caso de que halles un problema, evita acercarte a esa zona y tomarlo así.

En adelante es un poco de instinto tuyo. Puedes ofrecerle agua o comida, esperando que la necesite, lo que generará un vínculo mayor. El alimento humano les resulta más atractivo y conocido (por lo que han podido «robar» o encontrar en sus días de calle), pero si así fuera no pretendas llenarlo con él, solo hazlo confiar más. Jamón, carne de res o salchichas, son las opciones más seguras, pero lo ideal es que sean croquetas. Si come y bebe agua limpia, el vínculo entre ambos será mayor y puedes invitarlo a tu hogar.

Ubica a un veterinario cercano y/o de tu confianza. Lleva al animal o hasta pídele al doctor que te ayude con él. Su experiencia lo hará manejarlo mejor y al mismo tiempo, mientras el animalillo siente que lo acaricia, lo puede revisar de base.

Hasta el momento NO he mencionado el baño, ¿te fijaste?. Aunque la mascota esté muy sucia, es importante primero revisarlo de salud y generar ese vínculo fuerte. El agua es un enemigo común de los animales callejeros. La gente la usa para ahuyentarlos y de la lluvia se protegen. Si pretendes bañarlo con cubeta o manguera, lo más seguro es que huya o desconfíe y regresamos al punto cero.

Si lo han revisado y requiere atención, es hora de deslindarse del dinero o hacer cooperacha. Los cuidados básicos no son tan caros, pero si necesita algo mayor, puedes acudir a gente protectora, asociaciones o hasta tus amigos y familia, pero recuerda, no se vale regresarlo a la calle porque te va a costar, es tu responsabilidad y asumiste cumplir ese papel por él.

Si no requiere atención médica o ya se la han dado, viene el proceso más complejo: hallarle hogar.

La mayoría cree que «debe haber un refugio» en donde lo reciban. Sí, los hay, pero todos están en su límite. Seguramente te lo recibirían, pero la verdad, estás pasando la responsabilidad a otros y tu rescatado aún enfrentará otros problemas.

Lo mejor que puedes hacer es buscar a un persona que lo quiera para siempre.

Aquí puedes apoyarte de la difusión que nosotros o los muchos amigos protectores te podemos brindar. Te puedes meter a nuestro facebook Red Mascota y encontrarás a muchos de ellos, o desde el tuyo busca términos como «adopciones», «rescate» o «animales». Encontrarás mucha gente que te puede ayudar y sobre todo, asesorar para darle seguimiento a la adopción, así como a elaborar cuestionarios y hojas de datos que puedes presentarle a los adoptantes, más aún si no son conocidos tuyos.

A todos ellos diles que TÚ te quieres hacer cargo del animal durante la adopción, para que sepan que cuentan con un voluntario más, con una mano nueva en esta pesada, pero muy importante labor que tenemos en la ciudad.

En el área metropolitana existen unos 22 millones de habitantes y se calculan 3 millones de perros callejeros. ¿Te imaginas si sólo el 10% de la población se dedicara a rescatar, cada quién, a UNO SOLO de estos animalitos callejeros? En cuestión de una semana, habríamos terminado con el problema de los perros en la calle.

Claro que esos números son una utopía aún, pero la difusión de esta maravillosa disciplina de rescate nos irá acercando poco a poco a ayudar a más animales callejeros al año y quizá un día nos acerquemos al margen Cero Calle. No más callejeros.

No te espantes, el cuidado que debes poner, no se compara en NADA con la satisfacción que te da ver a ese perrito que estaba afuera de tu casa, cómo juega y brinca con su nueva familia. Si no lo has vivido, te has perdido una de las mayores alegrías de tu vida.

Siempre ten en cuenta el riesgo de enamorarte y convertirte tú mismo en el adoptante. Te lo dice un amigo que ha colocado algunas mascotas en otras casas, pero que al mismo tiempo hoy tiene 5 maravillosos hijos, de los cuáles 4 llegaron de esa exacta manera.

No bajes los brazos y cuenta con todos nosotros.