El llanto mortal de un Squonk


Caminamos por los bosques fríos de Inglaterra, quizá por los mismos que hace años Robin Hood usara para esconderse y ayudar a los pobres. Las leyendas, aquí, son tan claras como los árboles, huelen a musgo, a tierra mojada. Las leyendas y la lluvia, aquí, son parte de la vida misma. De repente… escuchamos un ligero y tierno llanto. Suave, lento, pero tan triste que el nudo en la garganta es inevitable…

Creemos que un niño extraviado, o una princesa triste se esconde a lo lejos, pues nuestro ojos no logran ver al portador de tal melancolía.

El llanto continúa, así que bajas la mirada, y ahí a tus pies… un sapito rechoncho y de patas cortas, de pasos torpes y mirada baja, solloza sin parar.

La primera reacción es de lástima quizá, te acercas para escuchar mejor su llanto, saber si serán tus oídos los que juegan la broma… pero no, el pobre anfibio, llora. Voltea hacia ti, pero ancho y verrugoso como es, te hace casi imposible evitar el sobresalto por su cara tosca, a pesar de la ternura de su depresión.

Él se da cuenta que lo has visto, que otra vez su aspecto ha asustado a alguien, recuerda que es feo… y su llanto aumenta… llora, llora.

Lágrima a lágrima aumenta su tristeza, hasta que ante tus ojos, lo ves desaparecer, deshaciéndose en lágrimas.

Es un Squonk.

Antes de que el cantante Phil Collins le cantara a Tarzan en el soundtrack de la película, era parte del famoso grupo Génesis, en el que le dedicaron una canción a esta triste leyenda de Gran  Bretaña: El squonk.

Se dice que el Squonk es una raza de sapos muy prolífica de la isla de Bretaña, y que data de hace miles de años, pero es tan consiente de su fealdad, que has sido casi imposible verlo hasta nuestro días, pues el pequeño animalillo vive agazapado entre la maleza y los pantanos, evitando que la gente se burle de su cara y su piel.

El famoso y triste squonk es una de las representaciones míticas a un hecho común entre los humanos: la crueldad y la no aceptación de aquellos que son diferentes. La intolerancia, la burla y el miedo a lo distinto.

En esta tendencia, la leyenda del Squonk no está alejada de otros clásicos, como el Patito feo, El Fantasma de la Ópera o el Jorobado de Notre Dame.

Lo que además, nos habla de lo antigua que puede ser esta tendencia cruel tan nuestra de rechazar aquello que no conocemos.

La leyenda cuenta que el Squonk, triste como siempre por su fealdad, escuchó una noche el llanto armónico de una hembra de su especie, por lo que, contrario a su instinto, salió de su pantano hasta zonas may habitadas, tratando de encontrar el amor que tanto deseaba.

Cuando por fin encontró la fuente del cántico, se trataba de un viejo cazador de leyendas, que había aprendido a imitar este llanto, en busca de capturar un Squonk.

El pequeño Sapo trató de escapar, pero el viejo lo metió a un saco, para llevarlo a su casa y unirlo a su colección de rarezas.

Mientras viajaban, el squonk, humillado aún más de lo acostumbrado por la burla del cazador, comenzó a llorar inconsolablemente… y cuando el viejo llegó a casa para sacar a su presa, lo único que encontró en el saco fue un charquito de lágrimas, en las que el triste squonk se había desintegrado.

Desde entonces el squonk no confía más en los humanos, ni en otros animales… ni en el amor.

Es probable que la historia se mezcle también en algún punto con la clásica leyenda del sapo que al besarlo se convierte en príncipe, pues se dice que alguna princesa de corazón puro aceptó al squonk pese a su fealdad, y al verlo llorar, lo consoló y le dio un beso, a lo cual el squonk se transformó de nueva cuenta en un charquito de lágrimas, que cayeron al lago, mezclándose… y a los pocos minutos salió del lago un príncipe, que se casaría con la doncella.

Ante todo esto, el Squonk quizá parezca inofensivo, y lo es en la mayor parte, pero también resulta que el llanto triste del squonk  puede deprimir tanto a la gente que lo escucha, que los lleva a una locura que les hace vagar acongojados por los bosques británicos, hasta perder el rumbo y extraviarse para siempre.

 

 

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3 comentarios en “El llanto mortal de un Squonk”

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