Bitácora de la Bebé #126:
Por más que lo intenté, no logré hacer que mi trasero y mi cabeza estuvieran dentro de mi cama al mismo tiempo. Tuve que decidir por uno, y la verdad creo que prefiero enfriar mis pensamientos.
No puedo creerlo, hace apenas unas semanas dormía en ella y me rodeaba el cuerpo con su brazo acolchonado sin problemas… papá me quiso explicar que esto es normal, pero no puedo dejar de odiar este «normal» proceso… es triste…
…las camas no deberían encogerse.
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Bitácora de la Bebé #124:
Paseando por algún territorio cercano, hoy descubrí que los humanos han controlado el poder del agua. Son capaces de crear pequeñas tormentas en espacios controlados. Mamá le llamó «Miralafuente».No es sólo hipnótico, sino eterno. Luché con Miralafuente un buen rato y no pude hacerla detenerse, ni por la fuerza, ni por el terror que infundía con mis ladridos. No será la última vez que nos veamos Miralafuente… y la próxima vez estaré mejor preparada.
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Bitácora de la Bebé #118:
En estos días de lluvia, estamos poco tiempo en la calle y Papá me ha enseñado en casa unos documentales brillantes que se llaman «Amosaverlossimson» o algo así. Es la historia de un perro «Ayudante de Santa» que tiene un gato como el mío, pero negro. Cada que los niños amarillos hablan, Papá ríe exageradamente… creo que necesito sacarlo a pasear más seguido, no es normal tanta simpleza.
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Bitácora de la Bebé #113:
Papá y yo acompañamos a mamá a un lugar que llamó «Veterinaria». No puedo acordarme de dónde me suena esa palabra. Olía a 4mil cosas distintas. Encontramos animales sin pelo que flotaban tras un vidrio lleno de agua, y otros perros chiquitos que les dicen Cuyos, cuyos brazos son sumamente cortos y graciosos. Lo importante es que de aquí se llevó mamá mi comida.
Ahora sé a dónde debo venir a cazar.
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Bitácora de la Bebé #110:
Hoy mi hermana y mis papás me llevaron de nuevo a ese lugar que llaman Ce-U. Creo que piensan hacerlo seguido. Empiezo a sospechar que les gusta mucho a mi familia y sus amigos este jardinsote. Hay un montón de perros de colores y de todos tamaños; pero también aparecen algunas «dejalabisi» que pasan en estampida cada ciertos minutos.
Ladré a dos que pasaron, porque me parecían una amenaza para los que estábamos ahí acostados, pero ya iban siendo escoltadas por otros perros, supongo que a la salida, de manera amable.
Los humanos que van encima de cada Dejalabisi no suelen hacerla mucho de tos.
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